Encuentro con una entrañable leyenda del canto.
Hace diez años, nuestro amigo y desde ahora colaborador Joel Poblete, entrevistó en Italia a la soprano Mirella Freni, recientemente fallecida en Módena, su ciudad natal. Publicamos ahora esa entrevista, como recuerdo y homenaje a esta gran soprano.
Uno de los momentos más inolvidables de mi viaje a Italia fue la posibilidad de conversar con una de mis cantantes líricas favoritas de toda la vida, la soprano Mirella Freni. Ya había tenido la suerte de cumplir un sueño y escucharla en vivo en 1998, cuando realizó su postergado, pero emotivo y aplaudido debut en el Colón de Buenos Aires, con una memorable Fedora junto a otros dos grandes, Plácido Domingo y Sherrill Milnes; aunque ya se encontraba en la última etapa de su carrera, deslumbró con esa voz aún firme y llena de matices, además de su expresiva forma de decir cada frase. Pero además cautivó con la sencillez, la amabilidad y calidez con que respondió cada saludo de sus admiradores, confirmando lo que siempre se dijo: que entre las grandes figuras surgidas en las gloriosas décadas del 50 y 60, era una de las más humildes y cordiales.
Dueña de una de las trayectorias más sólidas y duraderas entre las sopranos del siglo XX -desde su debut en 1955 en su Modena natal hasta su adiós a los escenarios en 2005, a los 70 años-, fue uno de los mejores ejemplos de cómo manejar una carrera de acuerdo a la evolución de su voz, sin forzarla y comprendiendo a la perfección los márgenes en los que podía desarrollarla. Pero lo mejor es que además de tener un instrumento tremendamente atractivo e inconfundible, supo ponerlo al servicio de un canto expresivo y conmovedor, permitiéndole así desarrollar interpretaciones consideradas antológicas de roles tan diversos como Mimí, Micaela, Susanna, Margarita, Elisabetta en Don Carlo, Madama Butterfly (nunca la cantó en escena, pero la grabó dos veces), Desdémona, Manon Lescaut, Adriana Lecouvreur y Tatiana.
¿Qué agregar a estas alturas de una artista tan célebre? La soprano cantó en todos los mejores teatros del mundo, fue dirigida por las mejores batutas de su época, y compartió elenco con las mayores estrellas, incluyendo, cómo no, a su gran amigo desde la infancia modenesa, Luciano Pavarotti, y su segundo esposo, el gran bajo Nicolai Ghiaurov, con quien estuvo casada 25 años, hasta la muerte de éste en 2004.
El legado de Freni se mantiene plenamente vigente en decenas de discos y DVD. Y hoy, a los 75 años, a pesar de su retiro de los escenarios, sigue recibiendo premios por su carrera y muy activa a través de las clases de canto en la Academia de la Scala de Milán, y especialmente en su propia academia lírica, el Centro Universal del Bel Canto, Cubec (www.belcanto.it), del que ya han surgido jóvenes intérpretes que están destacando internacionalmente, y que desde su querida Modena ha venido a capitalizar la labor de enseñanza que tanto fomentaron ella y Ghiaurov. Fue precisamente en esta zona, en la pequeña y tranquila ciudad de Mirandola, donde pude hablar alrededor de 45 minutos con ella: gracias a la gentileza y las gestiones de Michele Montanari, director artístico del Cubec, había aceptado recibirme antes del concierto que ofrecerían algunos de sus alumnos más destacados. Pocos días antes se había estrenado un documental centrado en la artista, A life devoted to opera, recientemente lanzado en DVD.
Siempre se siente una emoción inmensa al hablar con alguien que uno admira, y especialmente cuando se muestra humana y accesible, como es el caso de la entrañable Freni, quien rió en distintos momentos, se emocionó en un par de instantes al recordar a Pavarotti y Ghiaurov, y logró conmoverme contando anécdotas de memorables montajes como el Simón Boccanegra de la Scala en los 70, dirigido por Abbado y con régie de Strehler, o simplemente al agradecer al “Padre Eterno” por haberle permitido hacer por tanto tiempo lo que más le gustaba: cantar. Son tantas las cosas que se podrían hablar de su carrera -“¡Demasiadas!”, me comentó riendo-, que por limitaciones de espacio acá sólo incluyo un brevísimo extracto de lo que conversamos.
Partimos hablando de esa Fedora de hace 12 años en el Colón: “Estaba muy emocionada, era mi debut en Argentina, fue una gran alegría, ese teatro es estupendo; me habían invitado muchas veces, pero desafortunadamente siempre en la misma época en que desarrollaban su temporada, yo cantaba en Salzburgo con Karajan, y él me habría matado si me escapaba a cantar”, explicó entre risas. Sobre su faceta actual como maestra de nuevas generaciones, dice estar muy contenta: “Me gusta muchísimo, ahora es mi vida. Hace cinco años que ya no canto más, prefiero enseñar a la gente joven, y aunque no quiero atribuirme tanta importancia, me doy cuenta que los ayudo y que son felices. Me siento bien con ellos y creo que ellos también están bien, porque no me han abandonado; incluso cuando ya comienzan a desarrollar carrera, si tienen el debut de un nuevo rol, me llaman y dicen “señora, lo he estudiado, pero ahora para cantarlo, para interpretarlo, ¿me podrá ayudar?” y les digo “Avanti! Con piacere”. Con tantas clases, no estoy nunca en casa, mi madre me dice “¡te veía más cuando cantabas!” Y yo le digo “mamá, mi vida es esta acá”…No me falta el escenario ni pienso “Ah, podría seguir cantando”… No. Preferí retirarme cuando aún podía cantar bien, en vez de empezar a arruinarlo todo. Pero estoy contenta porque sigo en mi ambiente, con la música, la ópera”.
- De todos modos a sus admiradores nos gustaría haber podido contar con sus actuaciones por mucho tiempo más…
“Me escriben, me llaman por teléfono, me mandan fax, pidiendo lo mismo, pero a todos les digo que ya tomé esa decisión. Preferí terminar antes, cuando aún estaba en buena forma, porque es mejor que el público te diga “¿por qué ya no canta más?”, sería muy feo que dijera “¿pero por qué canta aún, si ya no es tan buena como antes?”.
- ¿Escucha a veces sus propias grabaciones?
“No, porque siempre me estoy criticando, diciendo “podría haber hecho mejor esto”… No me gusta escucharme, porque siempre lo hago con un oído crítico, no me divierto, no lo paso bien. Si lo escucho por casualidad en un momento, digo “ah, no estaba mal”, pero si me pongo a oír con atención, siempre encuentro que pude haberlo hecho mejor o distinto”.
- Una de las mayores críticas a las nuevas generaciones es que suelen cantar tempranamente roles que aún no corresponden a sus condiciones vocales… y precisamente de su carrera siempre se ha elogiado cómo supo elegir sus personajes con mucho cuidado, buscando los más afines a su material vocal… e incluso si en algún momento no quedó satisfecha, no volvió a cantar un determinado rol, como en el caso de Traviata, Elvira en Ernani o Aida…
“Yo tenía dos abuelas que eran fantásticas, muy sencillas, adorables y maravillosas. Siempre me enseñaron a esperar y observar las cosas de la naturaleza, porque decían que en todo hay señales del Padre Eterno… y tenían razón: cuando yo era joven y empezaba a cantar bien, en los teatros importantes me pedían roles más dramáticos y pesados, pero yo decía que no, “soy un lindo arbolito que comienza a florecer y formar sus primeras ramas, entonces mientras estoy creciendo, si ponemos demasiado peso en las ramas que recién se desarrollan, una o dos veces puede andar bien, pero ya a la tercera, se rompen”. Y siempre he usado este ejemplo que me enseñaron mis abuelas, y también lo repito a mis alumnos. Después, naturalmente depende del carácter de los jóvenes cantantes, porque yo tuve la fuerza y el valor de decir que no, sabiendo esperar para crecer y aprender hasta tener más experiencia… Quizás esto también me ayudó a tener una carrera larga…”
- Para los jóvenes cantantes de hoy hay muchas presiones en ese sentido…
“Siempre ha estado eso, pero ahora aún más, porque los jóvenes quieren todo de inmediato, con la televisión e Internet están habituados a lo instantáneo… Y no es así, si tú no estás listo aún y vas a hacer esos roles pesados, ni siquiera alcanzas a hacer una carrera; para esto hay que caminar de a poco, aprender, porque es necesario tener mucha experiencia para afrontar esos roles más difíciles y dramáticos, y para eso hay que esperar y trabajar mucho, hasta llegar finalmente ahí. Yo en mis comienzos me dejé convencer por Karajan y Zeffirelli para hacer esa Traviata de 1964 en La Scala; no quería, pero me convencieron, y después de hacerla me di cuenta que yo tenía razón, y me dije “¡molto bene! de ahora en adelante sólo me escucharé a mí misma, y si digo que no tengo que hacer algo, no lo haré”.
- ¿Y su Butterfly? Todos la amamos, pero aunque la grabó dos veces, nunca la cantó en escena…
“Karajan quería absolutamente que la hiciéramos en el teatro, y yo le dije “Maestro, lo siento, es una ópera que amo mucho, pero también sé que muchos cantantes cuando empiezan a involucrar demasiado sus emociones en este personaje, comienzan a tener problemas, y yo no quiero eso”. Y nunca la hice, entonces Karajan decidió hacer la película de Ponnelle y el disco: “Perfecto Maestro, así está bien, porque sólo la hago una vez y basta; porque si la hago una vez y funciona bien, después todos querrán que cante Butterfly, y no podré hacer otros roles, y no pienso cantar Butterfly toda la vida, porque podría significar arruinarse para siempre”.
- ¿Por las emociones, o también por la vocalidad?
“Por ambas, empiezas a emocionarte y eso influye en el canto… me conocía bien, quise hacerlo a mi modo, y creo que finalmente tuve razón, porque pude cantar por casi 51 años. Me retiré después de La doncella de Orleans, de Tchaikovsky, que es una ópera bestial, dificilísima, que funcionó muy bien”.
- ¿Y en estos años nunca ha pensado que quizás quedó pendiente algún rol que quizás podría haber cantado?
“No, ¿por qué? Perdona, pero he cantado tanto, y he tenido muchas satisfacciones, ¿para qué pensar en lo que no hice? siempre fui feliz con lo que hacía en el momento, y basta. Ni siquiera pensaba en hacer una carrera grandísima ni tan larga como la que hice… quizás por eso mismo resultó así”.
- Hoy los cantantes deben enfrentar muchos problemas para salir adelante, ¿cree que si hoy estuviera en sus primeros años de trayectoria, sería muy difícil desarrollar una carrera como la que tuvo en su época?
“Es verdad que hoy hay muchos obstáculos que superar, pero si tú cantas bien, siempre podrás salir adelante. Cuando yo era jovencita había grandísimos cantantes, pero de todos modos me empezaron a llamar, porque decían que había cosas que hacía bien… Cuando hice por primera vez La bohème con Karajan, en La Scala, no tenía ni 27 años, era la primera vez que lo veía en persona, y él nunca me había escuchado cantar en un teatro, sólo confió en amigos suyos del teatro que me habían recomendado, diciéndole “verás que nunca más dejarás a esta muchacha”.
- Y fue un encuentro decisivo para su carrera…
Sí, y fue una cosa extrañísima, porque coincidíamos en la misma manera de expresar las cosas en música… a veces sin ensayar siquiera, él hacía un piano y yo estaba con él, y cuando yo hacía uno estaba conmigo… ¡era increíble! Después del estreno, el maestro vino al escenario y estaba llorando, me abrazó y dijo “querida, esta es sólo la segunda vez en mi vida que lloro, la primera fue cuando murió mi madre, y ahora lloro por las emociones que me has dado”. Yo no pude decir ninguna palabra… Y no fue sólo un día: luego de eso trabajamos por 20 años”.
- Y por eso para muchos su Mimí es la mejor de la historia y el disco que grabaron con él y Pavarotti es la mejor de todas las versiones…
“Cuando la cantaba, no era más Mirella, era Mimi, ¿capisce? Era una alegría que es difícil de explicar, porque era lo que yo sentía dentro, y le agradezco al Padre Eterno que me ha dado este don, de no querer exhibir la voz, sino liberarla en una alegría de hacer estas cosas…Hasta el día de hoy, gente que ni siquiera conozco ni sé quiénes son, me envían críticas de expertos de todo el mundo, donde se dice, “sí, estuvo bien esta Mimi, pero la Mimi de siempre será Mirella Freni”… ¡y yo que no hice nada de especial! Fui normal, sin exageraciones… algo que siempre trato de enseñarles a mis jóvenes alumnos es que no deben buscar lucir su voz sólo para demostrar y hacer ver que tienen voz… tienen que ser artistas, cantar con el interior y mirar lo que ha escrito el compositor, con todos los colores correspondientes, porque allí está la expresión justa que hay que hacer. Esto para mí siempre ha sido muy importante, y por eso en las lecciones siempre les digo “Hey, ¿por qué estás cantando esto tan fuerte? Si acá está marcado que debe ser con l’anima, col cuore, no estarlo vociferando, ¿qué son estos gritos? Ya sabes que conmigo no funcionan”. Mis alumnos se divierten porque estamos siempre en una batalla (risas)…”
- Ya dijo que no escucha sus propias grabaciones, pero ¿conoce a los nuevos cantantes, hay nuevos intérpretes que le gusten además de sus propios alumnos?
“No tengo mucho tiempo de ir al teatro, porque estoy siempre de gira con estos jóvenes, y para hacerse una idea real y completa de los cantantes es mejor escucharlos en vivo; como yo misma grabé tantos discos lo sé, basta un pequeño ruido o un error, para que se vuelva a grabar una y otra vez distintas secciones o fragmentos hasta que todo salga bien, se repite mil veces porque no lo has hecho bien. Está bien, así se hace con los discos, pero a mí me gustan las cosas más directas, incluso si no todo sale bien por completo, pero es más real y verdadero. Pero no estoy en contra de las grabaciones, cuando están bien interpretadas, quedan como bellos recuerdos”.
- ¿Está en contacto con sus colegas, hablan de vez en cuando?
“Sí, con los que quedan aún, porque ya han muerto tantos… por ejemplo, nos juntamos cuando se puede con Teresa Berganza, hablamos por teléfono con Luigi Alva al que a veces veo en Milán, o con Bergonzi que gracias a Dios aún está vivo... a Plácido lo vi hace poco en La Scala, nos encontramos y aunque no pude ir a verlo en Simón Boccanegra al menos fuimos a comer juntos. La amistad con todos ellos permanece para toda la vida”.
- En las últimas décadas puestas en escena modernas o transgresoras han dado orígenes a muchas polémicas… ¿qué opina de las tendencias actuales de los montajes líricos?
“No estoy en contra de las cosas un poco más “modernas” que se están haciendo hoy, pero creo que siempre debe ser importante que no arruinen los personajes o traicionen lo que quisieron expresar los autores… He visto cosas que me han causado fastidio, y lo digo sinceramente”.
- ¿Siempre que cantó en teatros estuvo conforme con la puesta en escena?
“Sí, casi siempre, porque cuando se trabaja con los grandes, normalmente no debería haber problemas. A veces están quienes buscan cosas nuevas, y quizás puede salirles bien, por ejemplo, junto a Gedda hice en París un Fausto en la producción de Jorge Lavelli, que era moderna, pero tenía un sentido teatral y dramático, no se alteraba la historia como en otros montajes donde incluso se te quitan las ganas de cantar, porque no estás más dentro de tu personaje… Era bellísimo, y en ese caso no podía estar en contra… pero cuando hay cosas extrañas en las que no se entiende nada o los régisseurs sólo buscan hacer escándalo y que se termine hablando de ellos en vez del espectáculo...”
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Usted cantó tantas veces con Pavarotti, que además era un gran amigo…
“Sí, nos conocíamos desde niños, era un gran hermano para mí, sí, grande también por su físico (se ríe)… verdaderamente éramos muy amigos, me entristece tanto que él tampoco ya no esté más… puedo decir que estuvimos muy cercanos incluso antes de morir, porque aunque murió en Modena y yo no estaba porque estaba fuera de Italia, antes en Nueva York, cuando estuvo en el hospital, yo cantaba en el Metropolitan, entonces aprovechaba de irlo a ver todos los días, y él estaba muy feliz porque hablábamos en dialecto modenés… ahora estará allá arriba con mi Nicolai (se emociona), me protegen desde el cielo”.
Mirella Freni junto a Joel Poblete.