En los últimos años, el joven director de orquesta chileno Helmuth Reichel Silva ha venido desarrollando una interesante carrera en Europa. Además de lograr el 2º Premio en el Sexto Concurso Alemán de Dirección Orquestal de Stuttgart y el Primer lugar en el Orchestra Prize de Jeunesses Musicales Conducting Competition en Bucarest, se ha hecho de un nombre en Europa, sobre todo en el área germánica. En nuestro país, dirigió la Orquesta Sinfónica de Chile con gran éxito de público, actuaciones que fueron premiadas por el Círculo de críticos de Arte de Chile. Además, hace pocos meses estuvo en Tokyo donde sus actuaciones fue muy bien recibida.
Hemos tenido la suerte de ver su trabajo y destacamos el sonido que logra sacar a las orquestas, así como una gestualidad natural que, a su edad, no es fácil encontrar.
En Europa, donde está radicado hace años, ha trabajado con diversas agrupaciones musicales. En sus primeros años, en los cuales se desempeñó como violinista, fue dirigido por maestros como Mariss Jansons, Jonathan Nott, Hannu Lintu y Michael Sanderling, entre muchos otros. De ellos dice seguir absorbiendo las enseñanzas que le dejaron, muchas de las cuales van haciendo sentido con el paso del tiempo, al acordarse cómo dichos directores enfrentaron situaciones y la cercanía que muestran hacia la música que interpretan. ¿Cómo te aproximaste a la música clásica o música docta? En mi casa, pese a que mis padres no tocan ningún instrumento, la música estaba siempre presente, en particular la clásica. Ahí lo único que existía era Radio Beethoven. Además tengo una hermana mayor que es pianista. Me crié en un ambiente musical y no pusieron ninguna dificultad cuando dije que quería tocar un instrumento. A los cinco años de edad, me invitaron a ver un concierto de la Orquesta Filarmónica en la iglesia San Francisco. A la salida, mis padres me preguntaron qué instrumento me había gustado más y dije el violín. El apoyo de ellos y haber crecido rodeado de música creo que fue un espacio ideal para desarrollarme en ésta.
En ese sentido, ¿crees que es necesario que el director de orquesta haya sido instrumentista? No, por su puesto que no. Creo que para ser director de orquesta no hay reglas, en cambio si hay responsabilidades que se tienen que resolver. Por eso, cualquier trasfondo musical que uno haya tenido antes ayuda. Sea habiendo tocado piano, percusión, canto... No hay una estructura rígida, siendo instrumentista se tienen ciertas ventajas, aunque existe la desventaja normal de no poder hacer todo. Los músicos somos incompletos y vamos tratando de completarnos durante los años.
Cuando se estudia una partitura por primera vez, se requiere de un tiempo de acercamiento. Después, al ir llegando a capas más profundas, se produce una conexión entre lo que significa la obra para uno y el compositor. Empieza así a crearse, de manera consciente e inconsciente, una visión personal de la obra. Creo que ese trabajo es muy importante. Al principio es bueno a trabajar sin influencias de terceros hasta que uno tenga claro qué dice la obra en uno.
Cambiando de tema y haciendo una caricatura ¿tú te sentirías más cercano a una dirección libre, romántica como probablemente era la de Wagner y luego Furtwängler. O una más tradicional, en el estilo de Toscanini y Muti; es decir más apegada a lo escrito en la partitura? Si se retrocede al tiempo de Furtwängler, la pregunta sería con qué caricatura uno podría identificarlo. En su momento tuvo una manera muy personal de acercarse a la música, sin que hubiera existido nadie antes como él, ni su forma de ver la música. Toscanini también tenía su forma de ver las cosas. Ellos crearon su propia caricatura. Más que decir en qué polo quisiera verme, creo que se trata de entender que las caricaturas responden a necesidades de cada época. Por ejemplo, los tiempos de Furtwängler son muy especiales, no es que estén mal, sino que la dinámica actual no invita a ver la música como él la sintió en su momento. La música continuamente está cambiando, la forma en que las personas la sienten también. Siempre he pensado que si se va a dirigir una obra, se debería tratar de hacer paralelos a los elementos que el compositor veía en su tiempo y tratar de reproducirlos en la forma actual. Puede haber un cambio de tiempo que tal vez no esté escrito, pero que puede hacer la obra más actual, más cercana al público y a la sensibilidad actual.
En cuanto a mi propia caricatura, yo no sabría donde encajar, siento que siempre estoy buscando mi camino.
Lo que muchos directores quieren, es una interpretación viva, con elementos actuales, sin dejar de mirar lo que llaman tradición. Siempre es importante replantarse qué es lo que el compositor quiere, la intención que tuvo, por qué escribe, por qué pide esto o esto otro. Al darse cuenta qué buscaba, uno tiene un pequeño margen donde tratar de rescatar eso que cree que encontró. Se produce así un mayor o menor grado de libertad en la interpretación.
En tu repertorio hay muchas obras de compositores alemanes, rusos, pero vemos también obras tradicionales de la ópera italiana como alguna de Verdi y Puccini. ¿Te gustaría seguir incursionando en obras de esos compositores? Creo que mientras más amplio sea el repertorio y más se amplíen los horizontes mejor para uno, sobre todo en el caso de un director de orquesta. Intento dentro de lo posible dirigir un cincuenta por ciento de obras nuevas, que no haya hecho antes. Así expando el repertorio en todas direcciones. Hay muy pocos casos en que uno podría decir que la música no es buena, si es que los hay. Lo otro es el gusto personal, con qué compositor me siento más cercano. La lista de repertorio que mencionas y que está en mi página web es básicamente una enumeración de la obras que he hecho, estudiado y estoy dispuesto a hacer. Ahora, si me preguntan qué compositores me gustaría dirigir, tengo un grupo claro de músicos con los que en este momento me siento más cercano y en los que me gustaría ahondar. Me encantan, por mencionar algunos, Ginastera y Bartok. El primero escribió muchas obras sinfónicas que se tocan poco, obras que hablan de la cultura e historia latinoamericana. Por otra parte, de Bartok no conozco ninguna pieza que no sea interesante. Pero, si se entra en esta dinámica es peligroso, porque se puede empezar a nombrar compositores y terminar diciendo que me gustan todos o muchos. No tengo temor a cerrar límites de repertorio, es tanta la música!
Claro, hay tanta música que escuchar o tanto libro que leer que no alcanza el tiempo. Exacto. Los directores de orquesta son personas que junto a los manager de las mismas tienen responsabilidad también a la hora de escoger programas, en encontrar el equilibrio perfecto entre obras tradicionales y nuevas, porque también es interesante cuando se presenta repertorio poco conocido.
Hace poco la Orquesta Sinfónica de Chile, que tú dirigiste, unió en un programa el Réquiem de Schnittke y la sinfonía 15 de Shostakovich. La 15ª de Shostakovich es una obra increíble, con ese sonido tic tac de los huesos que simulan la muerte que se va acercando, es terrible.
¿Cuál es tu impresión de la situación musical en chile? Creo que en todos los países es siempre importante mantener una forma fresca de ofrecer música al público. Éste es muy variado, hay personas que han escuchado todo el repertorio tradicional europeo y esperan descubrir cosas nuevas; otros que nunca han ido antes a un concierto. Unir dentro de un programa obras para todo tipo de personas es un desafío. Creo que todas las orquestas tratan de buscar un equilibrio entre lo clásico y tradicional. No pienso que en Chile no se prueben cosas nuevas, como decías se están tocando obras de Schnittke y la 15ª de Shostakovich que se hace muy poco, porque tiene una connotación especial. Ambas obras en un programa quedan muy bien, creaciones que hablan de la muerte. Creo que este tipo de ideas son buenas, independiente de la obra exacta que tú elijas. Pienso que en Chile sí hay una instancia donde probar cosas nuevas o estrenos y se está haciendo mucha música chilena, lo que es muy positivo.
¿Has dirigido música chilena?
Sí, varias veces. En La Serena, Santiago, con la orquesta de la Usach. Es necesario y además me interesa. Es una sensación rara, venir de Chile y no saber qué se está escribiendo. Hay también mucha música chilena buena que tocar.
Cambiando de tema, cuéntanos de tu experiencia en Japón. Como protagonista puedo comentar la impresión general. Ésta fue muy positiva, la gente me recibió muy bien, el trabajo con la orquesta también lo fue. La relación mía con ellos fue buena desde el principio, la orquesta ahí es fantástica y pienso que se alcanzó un nivel alto.
Para terminar, háblanos por favor de tus planes a futuro. ¿Cómo se viene tu agenda para los próximos meses?
En estos días se están definiendo algunos de mis compromisos para los próximos dos años. Sólo puedo adelantar que en el 2018 volveré a Chile para dirigir conciertos en la Sinfónica de Chile, la Orquesta de Cámara de Chile, además de compromisos en La Serena y Antofagasta.