La casualidad quiso que en el invierno europeo de 1904, con pocos días de diferencia, se estrenaran dos óperas que, entre varias coincidencias, tenían como protagonista una madre soltera abandonada por su amante: "Jenufa", de Leos Janacek; y "Madama Butterfly", de Giacomo Puccini.
Ambas composiciones tuvieron estrenos poco felices, sin convencer al público ni críticos. Luego de estas primeras presentaciones, las obras sufrieron alteraciones que buscaban incrementar el interés de los teatros para montarlas. Puccini llevo a cabo una revisión al libreto y partitura de su Butterfly, introduciendo cortes, cambios y dividiendo el segundo acto en dos. Por su parte, a Janacek -que no contaba con la popularidad ni fama del italiano- no le entendieron su realismo y peculiar escritura. Para que su obra fuera bien recibida, Karel Kovarovic se encargó de una nueva orquestación, la cual ayudó a que la obra ganara en popularidad, tal como hizo Rimsky-Korsakov con el “Boris Godunov” de Mussorsky, sólo que sin agregar escenas a la obra ya escrita.
"Jenufa", en su nueva orquestación, pudo ser conocida y apreciada mundialmente varios años más tarde. En 1916, se estrenó con gran éxito en Praga, Viena y varias ciudades alemanas. En 1924, la Metropolitan Opera de Nueva York, la tuvo en cartelera con Maria Jeritza como protagonista, cantada en alemán, y bajo la dirección del gran Artur Bodanzky.
Pero volvamos a 1904, año del primer estreno de "Jenufa" en el Teatro Nacional de Brno, Moravia (actual República Checa). Por ese entonces, Moravia estaba bajo el dominio del Imperio austrohúngaro y, luego de unos primeros años de convivencia pacífica, ya se empezaba a detectar un aumento del sentimiento nacionalista tanto alemán como checo. Es en este contexto que Janacek estrena su ópera: haciendo eco a su “zeitgeist” -el espíritu de su tiempo-, el compositor intentó dar voz a su pueblo, a los silenciados, a la gente común y corriente, aquella con que se encontraba en la calle. Él mismo escribió el libreto basado en “Její pastorkyňa” (“Su hijastra”) de Gabriela Preissová, obra teatral criticada en su tiempo por su crudo realismo, que era muy afín a la ópera de entonces (vale recordar que en Italia, unos años antes, había surgido el movimiento verista o realista: compositores que con sus obras intentaban retratar un "trozo de vida", como dice Tonio en el prólogo de la ópera “Pagliacci”, de Leoncavallo).
Janacek, tal como muchos otros compositores de esa época, era un estudioso de la música folklórica de su pueblo. Basado en ese conocimiento, intentó ser fiel a la forma de hablar de su gente, haciendo repeticiones de frases para darle realce, destacando acentuaciones e incorporando alguna citación musical de temas tradicionales. A lo anterior, se suma que "Jenufa" es uno de los primeros libretos escritos en prosa -y no en verso-, lo que le da, en nuestra opinión, una dramaturgia más abrupta y directa, más cercana a la realidad. Janacek decía que “en la ópera se reconoce el verdadero carácter de una nación” y es por eso que a través de su música quiso darle identidad a un país que pese a su cultura, lengua y tradiciones, en la práctica no existía. Los personajes en "Jenufa" son muy humanos, no arquetipos como en muchas de las óperas anteriores. Son ambiguos, tal como lo son las personas: no existe el bueno y el malo puro, pues hasta el personaje de corazón más noble comete actos atroces. Como Laca, que ama a Jenufa, pero se consume de rabia y celos, llegando a desfigurarle el rostro; o Kostelnicka, la madrastra de Jenufa, que asesina al hijo de ésta abandonándolo bajo la nieve, pero que es capaz de pedir perdón de una forma conmovedora y sincera al darse cuenta de su egoísmo y del profundo amor que siente por su hijastra. Las melodías, que se suceden una tras otra, son parte del llamado “discurso melódico” que Verdi y Wagner ya habían vislumbrado en sus últimas óperas. No es un continuo de arias, duos y concertados, sino que es una exposición de temas que van dándole valor a lo que se cuenta, utilizando la forma de cantar cercana al discurso hablado -el famoso “recitar cantando”, o sea el declamar cantando- que tenían en mente los creadores del género operístico a principios del siglo XVII.
Asistir a una obra de la fuerza expresiva y complejidad artística de "Jenufa" es una oportunidad que se da pocas veces. No es una ópera muy representada, ni en Chile ni en el mundo, aunque cada día va ganando en popularidad. En nuestro país se estrenó en 1998, en una producción de Roberto Oswald bajo la dirección musical de Jan Latham-König, en uno de los momentos más altos que ha podido brindarnos el “Teatro Municipal de Santiago”. El desafío sigue siendo grande, y veremos si el Teatro estará nuevamente a la altura de semejante reto.