Dmitri Dmítrievich Shostakovich, fue uno de los principales compositores del siglo XX, su obra y la trascendencia de ésta seguirá influyendo la música de hoy y de mañana. Sus sinfonías, ballets, cuartetos de cuerdas y conciertos son parte de la programación habitual de teatros en todo el mundo. El estudio de sus composiciones, así como de su biografía, sigue siendo materia de investigación por parte de musicólogos e historiadores. Un personaje difícil de entender para los ojos de un contemporáneo, lleno de contradicciones y miedos. Lo único claro e indiscutible es que fue uno de los más grande genios artísticos que han existido en la historia.
Nacido en 1906 en San Petersburgo (posteriormente Leningrado), su vida transcurrió en medio de los principales hechos de ese agitado siglo, muchos de los cuales lo tuvieron como espectador o directo protagonista. Siendo un niño observó el levantamiento popular y la violencia represiva de la policía monárquica. Posteriormente, se enfrentó al poder soviético que lo censuraba, pero que a su vez veía en él -personaje de fama mundial- una forma de validar su revolución. Participó además en la Gran Guerra Patriótica, como fue llamada la Segunda Guerra Mundial en la Unión Soviética, con la composición de la séptima sinfonía “Leningrado”, voz de la ciudad sitiada por la tropas nazis. Fue un rostro de la defensa de esa ciudad, de la lucha por la libertad (al menos en el panfleto) reflejada en la portada de la revista Time de julio de 1942, en la que se lo ve defendiendo Leningrado con su casco de bombero.
Censurado artísticamente y a la vez comprometido, al menos de forma pública, con el poder soviético, no podía expresar su descontento con las políticas de Stalin, cosa que si intentaba hacer a través de su música. Para ello, hacía uso de su capacidad para componer con emotividad e ingenio. Elementos siempre presentes en la personalidad de Shostakovich fueron la profundidad de los sentimientos y el sentido lúdico; el deseo de evadirse a través de la ironía, los juegos de palabras, las cartas; y las actividades deportivas.
A Shostakovich le apasionaba el deporte: el hockey, vóleibol, tenis y fútbol, pero los practicaba raramente. El buen Dmitri no era un hombre especialmente atlético, además padecía una miopía, por lo que prefería jugar ajedrez, en que al parecer era un buen competidor. De hecho, pidió enfrentarse a Alexander Alekhine, futuro campeón mundial, contra quien obviamente perdió. Reconocía en el ajedrez una perfecta mezcla entre arte y ciencia. Lo que más apreciaba Shostakovich era asistir a eventos deportivos en vivo. Si no, disfrutaba mirarlos por televisión o incluso oírlos por radio. Era un acérrimo hincha del Zenit de Leningrado y cada vez que podía acudía como espectador al estadio. Tenía planeado concurrir al Mundial de Fútbol de Inglaterra 1966, pero la convalecencia a un ataque al corazón sufrido a finales de mayo de ese año, le impidió realizar el viaje.
La prodigiosa memoria que poseía le permitía ser una verdadera enciclopedia de datos, anécdotas y estadísticas de todo lo relacionado con el deporte que iba anotando en su diario. También registraba los partidos venideros del Zenit y posteriormente los resultados.
Era un árbitro certificado. Mostraba su acreditación con orgullo y disfrutaba pitando en partidos entre amigos y colegas. Al parecer, la finalidad de dicha certificación era la posibilidad de entrar libremente a los estadios y no tener que preocuparse de llamar a sus amigos para que les consiguieran las entradas, ya que él viajaba constantemente.
Pero la pasión de Shostakovich por los deportes no se limita sólo a su esfera privada, también en su obra se encuentran contados ejemplos. El más conocido de ellos es su primer ballet, “La edad de oro”, estrenado en 1930 y basado libremente en la visita a occidente que hizo el Dínamo Moscú en los años veinte. Su acción transcurre entre estadios y rings de boxeo, con la participación de jugadores de fútbol, lanzadores de jabalina y jugadores de vóleibol, entre otros deportistas. Existen más ejemplos, como el ballet “El cerrojo”, de 1931, cuya primera escena se titula “Gimnastas”; y la escena coreográfica “Fútbol”, de 1944, compuesta para el show de variedades Russkaya Reya (Río ruso). Además, mucha de su música más abstracta parece estar influida directamente por ese espíritu atlético y enérgico, presente en sus “obras deportivas”. Para Shostakovich, el deporte era una vía de escape de los problemas y preocupaciones de su vida, así como de la música. Le proveía un pasatiempo que lo hacía divertirse y no pensar en sus composiciones y en la reacción que éstas podían suscitar en los jerarcas rusos. Una forma de sociabilizar y de volver a ser niño, sin las preocupaciones del mundo adulto, que en su caso tomaba la forma de la vehemente dictadura soviética, cuya sombra amenazadora lo acompañó siempre.
Nina Kaptsova
La edad de oro Tango Bolshoi, 2011